El
Quijote de la Cancha. El Primer Ministro del Exito. El
culto y leído, nacido en un barrio residencial de Rosario,
con look de contestario. El
que también gozó de una Lista Negra de Periodistas
para uso oficial y exclusivo porque no se lo podía
criticar ni para còmo se pateaban los tiros libres. El
que puso de médico a un cumpa de los años
mozos y después los titulares hablaban de Doping con
Aceite de Oliva. El que sabe toda la verdad y es el
origen del Misterio Carrascosa. También del
indescifrable Enigma Ortiz, un endiablado puntero
izquierdo que de pronto se queda sin habla y casi
descerebrado por un supuesto medicamento mezclado con
whisky. El habitué de la noche porteña. El de
un piso en la avenida Quintana, frente al Alvear
Hotel. El de la gorrita cábala a la que le
puso un Puma, pero sin segundas intenciones,
que se agarró a las patadas con el gallito
de Le Coqs Sportif patrocinado por Carlitos
Lacoste, que llegará a vice de la FIFA y al sillón
de Rivadavia por unos días. El protegido de los Vigil
de Atlántida, cuando ya no dejaban entrar
periodistas que convivieran con mujeres si no estaban
casados por Iglesia y todavía no usaban a
empleados paralíticos para importar Mercedes Benz
con franquicias. El que firmaba libros escritos por ghost
journalists que después la jugaron de perseguidos.
El que roscó el puesto de DT oficial con el Loro
Miguel, en épocas del Brujo López Rega,
gracias al Huracán campeón presidido por un
médico de la UOM y firmar una solicitada bajo el
lema Cámpora al Gobierno, Perón al Poder.
Asimismo el único que junto con el vicealmirante Castro
Madero, de la Comisión Nacional de Energía
Atómica, fue la otra excepcionalidad de sobrevivir a
la degollatina burocrática después del 24
de marzo.
¿Cómo se llama el que
seguirá culebreando hasta ser furgón de cola del menemismo
y presentarse por la ley de lemas como candidato justicialista
a gobernador de su provincia natal, Santa Fe?
César Luis
Menotti.
¿Qué hizo?
Ser el director
técnico del Proceso, el encamado con el éxito
que inaguró el enajenante y despersonalizado hablar en
tercera persona de sí mismo, tener una filosofía
hasta para ir al baño, ser presentado como modelo
empresario del mundo porvenir y que cuando el barco
de la más feroz dictadura conocida -hasta ahora-
empezó a hacer agua, quiso emular al Marqués de
Sobremonte, pero imprevistamente vivaracho se le
presentó el magnánimo Leopoldo Fortunato,
todavía con todos los óleos del Departamento de
Estado, en la concentración marplatense que iba a
duplicar en España '82 todos los viejos lauros y
le dio el abrazo del oso, amor con amor se
paga, en otros años el joven oficial del IIº Cuerpo
intercedía ante la cana provinciana por el larguilucho
flacuchento y pelilargo que jugaba en la inferiores de los
canallas y andaba haciendo pintadas
para la Fede, como cariñosamente le decían
a la Juventud Comunista, che, cosa de
pendejos, mi comisario, la edad lo cura todo y como ya
lo había dicho el viejo Alfredo Palacios, en la Argentina
los incendiarios de hoy serán los bomberos del mañana.
¿Cómo?
¿El pobre pumita cabulero se le cayó de la
gorra al corazoncito izquierdoso de la remera exclusiva?
Chiquitaje. Los Sea Harrier ya estaban por despegar
y llenarnos de misiles para galvanizar todos los olvidos.
¿O ya no se acuerda
nadie?
Pronto se va a cumplir
un cuarto de siglo.
Esta segunda edición
sale cuando le falta poco para celebrar los veinte
años de su aparición.
No olvidemos más,
por favor.
Facsímil
de la tapa de la primera edición, aparecida en julio de 1983, al
año de Malvinas y con urnas que iban a dejar de estar bien
guardadas por los pretorianos de siempre.
Este libro,
entre otros no pocos méritos documentales, tiene el
histórico de haber hecho punta en lo que después
sería moda: la literatura testimonial, el periodismo
de investigación que excede en cantidad y tratamiento
del tema los formatos tradicionales. Sus autores, además,
no sólo eran de profesionales ya curtidos en redacciones
varias sino activistas gremiales y profesión de fe
peronista, una camiseta que ni a la hora de
los brindis ni de los cachetazos jamás cambiaron,
cambalachearon y menos que menos camaleonaron. La currícula
profesional y política de ambos está a la luz del
día. Los patrimonios y las cuentas de banco
también. Siempre tuvieron toda la carne sobre el asador.
A cualquiera de los dos les cabe las generales de la
ley, pero entre los cargos críticos a levantar no
estarán jamás ni el careteo ni el haber cambiado
nunca de caballo en medio del río. ¿Cuántos
pueden decir lo mismo en una época donde el travestismo
de todo tipo está a la orden del segundo, ni
siquiera del minuto o del día?
José
Luis Ponsico y Roberto Gasparini, los autores,
treintañeros entonces, a principios de los '80. ¿El
fútbol es la continuación de la política por otros
medios o ésta es la continuidad lúdica del otro? That
is the despelote...
Es fácil
ser profeta del pasado, pero ¿hubiera podido ser Argentina
campeona mundial de fútbol, en 1978, si todo no fue como
fue? Con un origen y un destino antagónico, más que
ambiguo, el primer lauro, cuando ya los brasileños
acumulaban tres y los uruguayos dos, se vino a dar justo
cuando se estaba a mitad de camino de la euforia
tablonera y la congoja histórica. Por eso, El
Director Técnico del Proceso, a un cuarto de
siglo de sucedido lo que sucedió, a casi veinte años de
su aparición, tal cual, sin ningún retoque, adquiere una
inusitada dimensión para revisar con la mayor calma
posible, en el medio de la hecatombe, la inevitable falsa
conciencia que sigue levantando aquel acontecimiento,
a pesar de que junto con Malvinas, tan
estrechamente ligados por tantos motivos, en los últimos
años ha habido un intento de exhumación y rescate
por parte del stablishment.
Para volver
a leerlo o leerlo por primera vez. Pero no para revancha o
para abdicar de nada. No es un partido de fútbol. Es un pedazo
de historia y de alguna vez hay que empezar a pensarla
y así no repetirla.
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dos logos que jamás podrán ser disociados del suceso y que
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