EL
CASO SOUTO
Amílcar
Romero
En el imaginario
popular le instalaron una como la de la ilustración, celestiblanca,
y nunca tuvo nada en las manos. Apenas un clic sobre la imagen y baja
el archivo comprimido en formato .PDF.
Este verano, en Villa Gesell, me encontré con un viejo
conocido, periodista deportivo que trabaja ahora en una agencia
internacional. En la pasada de lista del tiempo que no nos veíamos
surgió que estaba corriendo este trabajo y casi con alegría explotó: "¡No
me digas! Yo ese día estaba en la cancha, parado al lado de Souto, que
tenía la sombrilla". Traté de explicarle que el chico
nunca se había parado, sino que cuando se detuvo fue porque lo habían
noqueado y lo iban a reventar. "Entonces venía caminando
cerca de él y los amigos. A pesar de todo este tiempo lo tengo
presente. Si no era una sombrilla, como decís vos, era una banderita,
ya no me acuerdo tantos años." Exactamente 37. Casi media
vida. Y lo decía con absoluta buena fe. En 1984, cuando me encontré
por primera vez con el que fue el juez actuante, exactamente fui yo,
casi de manera idéntica, el que sacó el tema de la sombrilla y la
respuesta me dejó totalmente descolocado: "La víctima no
llevaba nada en las manos. Hubo, sí, una sombrilla, que fue la que
inició el conflicto, pero un rato antes y bastante lejos del hecho en
sí. Creo que va a ser mejor que lea la causa y luego la conversamos en
detalle."
No solamente leí la causa. Los sobrevivientes, Alfredo
Heim padre e hijo, Rudy Fresco y otros, llevan la cruz, el estigma
de lo definitivamente instalado en el imaginario popular: "Ah,
ustedes son los que iban con el pibe de la sombrilla." No
tienen manera de sacársela de encima. Ni a Tito ni a
ellos mismos. Por eso el trabajo, luego de cuatro intentos abortados a
último momento, ahora ya definitivamente a disposición pública, tiene
como objetivo no intentar lo imposible, como sería intentar
arrancársela, no importa el tiempo transcurrido, sino tratar de
entender por qué se la pusieron y para qué. No es
agradable. Ni la tarea de hacerlo ni abordar el intento de correr el
velo. Pero es necesario. El chico de la sombrilla que nunca tuvo nada en
las manos se adelantó casi una década a lo que se venía y ya estaba.
Puso a la luz del sol todas las latencias. Aparecen, uno por uno, el y,
algo habrá hecho, las madres y el borrador de los Grupos
de Tareas. El desfile de personajes y algo más hace que hoy
todavía siga siendo domingo 9 de abril de 1967.
No importa si tarda tanto o más de lo que tardó en
estar a disposición y por fin sea leído. Siempre se estará a tiempo.
La sombrilla y aquel domingo de hace 37 años no se mueven nunca de la
historia argentina.
A.R.
Baires, abril del
2004.
La
edición electrónica, para los que estén en condiciones de
entrar en línea y tener configurado el RealAudio les
permite acceder simultáneamente a archivos de sonido del famoso
cantito de entonces para El Equipo de José,
canciones de la época, relatos de partidos, reportajes a los
protagonistas de entonces, tantos deportistas como los hombres
de la administración de justicia que invinieron.
|
|