YA
APARECIO
Con un
simple click sobre el perfil del celebérrimo personaje bájese
gratis el .ZIP con la edición electrónica en PDF de su
primera actuación documentada & Co. Una verdadera joyita y todo por
el mismo precio.
ESTUDIO
EN ESCARLATA
con
la presentación en sociedad que el doctor John H. Watson
hace por primera vez de Sherlock Holmes
Arthur
Conan Doyle
Facsìmil
de la tarjeta personal, con la firma ológrafa correspondiente,
entregada a la traductora y el editor de este libro, en ocasión
de su visita a Baker St. 221 b, Del London W1, en la
barriada de Marylebone, a un paso del imponente Regent´s
Park..
No importa cuánto haya transcurrido realmente.
Nunca más oportuna que ahora la entrada en escena de Sherlock
Holmes, nada menos que en su primer caso, entrevesado con criaturas
que decirles primitivas es poco y donde el foco de la mira está
el fundamentalismo recalcitrante de los conversos, con su
inevitable trasfondo de criminalidad, un sesgo antropológico que
quizá nos resulte algo familiar. Además, el bueno de Watson,
como él mismo lo explica con lánguido y meticuloso british,
viene de guerrear un rato en Afganistán, donde fue herido
y sufrió otras penurias. La historia humana tiene eso de inquietante:
parece no tanto repetirse, como mostrar cierta tendencia a lo recurrente.
Watson,
de piernas cruzadas, observa a la minuciosidad de su curioso amigo, en
el primer caso en que estuvieron juntos, según la documentación
conseguida en el no menos curioso edificio de Baker St. 221 b.
La primera edición de esta novela apareció
en 1887, cuando el autor tenía 28 años y alternaba estas
lides con su profesión de médico, título que
obtuvo nada menos que en la Universidad de Edimburgo. A propósito,
no se puede ni se debe olvidar que así como continuó de matasanos
hasta 1891, pesar del impacto producido por su personaje, era escocés,
no inglés, algo que los emparenta solamente por estar todos dentro
del Reino Unido, pero algunos no muy por su voluntad.
Reproducción
a plumín del frente de Baker St. 221 b, hoy convertido en museo,
y que debe ser uno de los pocos casos de propiedad vertical existentes
en el planeta, ya que son cuatro habitaciones un tanto estrechas de sisa
y para colmo apiladas. El escritorio es el último y el dormitorio
está en el tercero. El único baño en el segundo... Al
final de la edición electrónica, Elemental, Sir Arthur, una crónica
detallada con una visita al lugar y las atracciones que la historia y la Sociedad
de Consumo deparan.
Todo lo que vendría después fue impensado.
Hay momentos de esta presentación en que parece que es el propio
autor el que necesitar ir delineando, plantando al que se convertirá
en un emblema, en un daguerrotipo universal del detective privado, minucioso
hasta la obsesión, deductivo, capaz de ver todo lo que lo demás
no ven o desechan por obvio, detallista o falta de significación.
La importancia de que se trate del primer libro con semejantes
protagonistas va más allá de lo novedoso. El poner sobre
el tapete la metodología, la concepción de los hechos
que va a tener el peculiar y bastante pedantón Sherlock Holmes
resulta fundamental. Lo mismo que el trasfondo religioso y de conversión
que deviene en criminal casi como por necesidad, como obedeciendo
a un determinismo que no deja de aparecer en el fenómeno y que es
la particularidad que lo engarza perfectamente con la Argentina de
las últimas décadas.
El
médico escocés Arthur Conan Doyle, egresado de la
Universidad de Edimburgo, y que ejerció la profesión hasta 1891.
Tuvo que abandonarla porque cuatro años antes, en 1887, con Estudio
en escarlata, había presentado en sociedad a Sherlock Holmes
y el personaje se le terminó imponiendo a lo que empezó como un
pasatiempo.
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