EL CHICO
DE LA SOMBRILLA
Réplica
del dichoso elemento cuyo robo y posterior quemada, con el mejor estilo
de los ancestros, fue el prolegómeno para que se gatillara la
parafernalia violentista que terminó en el asesina ritual del
chico de 15 al que le endilgarían extraoficialmente que portaba una,
pero celestiblanca, con los colores de Racing. Ah, la imponderable
imaginación periodística...
Con un clic sobre la imagen comienza la descarga del archivo de
la edición electrónica multimedia del trabajo sobre el chico de la
sombrilla que nunca tuvo nada en las manos, todo lo demás de esta
edición y todo lo demás de todo lo demás.
Domingo 9 de abril de
1967. En Parque de los Patricios, el local, Huracán, recibió al Racing
Club que ya es El Equipo de José. Hubo incidentes desde temprano. Y casi
terminaba el partido bostezante de las terceras cuando un Operativo Comando
de los racinguistas sorprendió a sus pares de la barra contraria y no sólo
les afanaron un tótem, uno de los trofeos caros a la simbología
tablonera, sino que cuando pretendieron rescatarlo, se lo prendieron fuego
y encima los fajaron.
Fue el acabóse. El jefe de los vencidos, que bajo una venda
que simulaba una herida en su brazo derecho llevaba el guante de una
armadura medioeval, ordenó que el próximo de Racing que pasara por el
pasillo debajo de ellos, rumbo a la cabecera oriental, leña. Ya estban por
salir los equipos y el público de la Academia deliraba. Si lo quiere escuchar
tal cual, grabado en la cancha, cliquee la tapa del libro del Mariscal.
Ayer va a volver a ser hoy. En realidad, aquel día va a ser siempre.
El
libro de Robero Perfumo aparecido en 1997, 30 años después. De la violencia
se habla bastante y se puede decir que hasta con un poco de cariño. Ahora, de
lo sucedido en Parque de los Patricios, ni mu. ¿Un lapsus, Mariscal? ¿Acaso
un poco de juego de cintura, cosa de ir entrando en calor para hacer
política, señor secretario de Deportes de la Nación? Dos ediciones y con
bastantes cambios, no sólo del color de la tapa.
Jamás se había dado semejante asesinato ritual. Tampoco se
volvió a repetir. Como nunca se contó qué fue realmente lo que había
pasado. Ni otros jueces ni otros policías actuaron igual. Ni las madres salieron
a la calle como salieron entonces, anticipándose casi una década. Ni el
diario más vendido reclamaría Brigadas Especiales que en las tribunas
aplicaran el ojo por ojo y el diente por diente porque para eso
estarían los Grupos de Tareas y no en las canchas.
Es que el chico de la sombrilla nunca tuvo nada en las
manos y desde Sófocles para acá escrito que cada muerto debe ser
enterrado con su verdad. Encima, poco menos de diez años después, todas
las latencias que salieron aquí a florecer se convertirían en
productiva Industria de la Muerte gracias al terrorismo de Estado.
Esta edición electrónica de El chico de la sombrilla,
de Amílcar Romero, reconstruye con minuciosidad lo sucedido y lo que se dejó
conocer, rescatando lo que quedó sentado en la causa, el testimonio de los
tres sobrevivientes, parientes, vecinos, juez, secretario y policía
interviniente, amén de contar con la posibilidad de la reproducción sonora
de cantitos, relatos y reportajes.
La
edición electrónica, para los que estén en condiciones de
entrar en línea y tener configurado el RealAudio les
permite acceder simultáneamente a archivos de sonido del famoso
cantito de entonces para El Equipo de José,
canciones de la época, relatos de partidos, reportajes a los
protagonistas de entonces, tantos deportistas como los hombres
de la administración de justicia que invinieron.
|
|